Al Archivo Joan Amades hay recopiladas 958 villancicos creados entre los años 1837 y 1974, las cuales se pueden consultar en linea en el portal web calaix.cat. Durante buena parte de los siglos XIX y XX la tradición de repartir villancicos al vecindario se hizo muy popular entre los trabajadores, los cuales recibían, a cambio, una pequeña contribución.

La tradición de felicitar la Navidad viene de lejos, pero la de hacerlo con un documento imprimido se remonta al primer tercio del siglo XIX, coincidiendo con la llegada de la litografía, una técnica de impresión actualmente en desuso. “Los repartidores del Diario de Barcelona, también conocido con el nombre popular de El Brusi, traían a los subscriptores una felicitación navideña y, a cambio, recibían una pequeña recompensa”, explica Antoni Serés, el responsable del Archivo Joan Amades, a la Dirección general de Cultura Popular, Asociacionismo y Acción Culturales, donde hay recopiladas 958 villancicos creados entre los años 1837 y 1974.

En un primer momento, estos documentos eran de estilo clásico, imprimidos en blanco y negro, e iban acompañados de un pequeño poema, la décima. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, los villancicos incorporaron el color, se imprimían a doble cara y las temáticas eran mucho más variadas: ya no sólo trataban temas relacionados con la Navidad, sino que se pueden encontrar felicitaciones que hacían referencia en temas políticos, históricos y sociales del momento.

Con los años, la tradición arraigó, y era habitual que los ciudadanos recibieran villancicos de varios comercios y gremios. Uno de los colectivos más destacados fue lo de los serenos: “Siempre se recuerdan los villancicos de los serenos, los vigilantes, porque era un cuerpo que no estaba pagado por la Administración, sino que lo pagaban entre todos los vecinos”, explica Jan Grau, técnico de Cultura Popular.

Como los serenos, también había los vigilantes y los basureros, pero también se apuntaron a la moda otros muchos trabajadores: panaderos, carteros, fanalers, carpinteros, mecánicos, escolanets, telefonistas… Llegó un momento, pues, que la tradición se convirtió en una moda demasiada pelmaza y se puso freno a través de carteles que contenían este mensaje: “No se admiten felicitaciones.” Desde entonces, la producción de villancicos cayó en picado.

Las últimas felicitaciones de Nadal que hay recopiladas al Archivo Joan Amades son del colectivo de los serenos, que continuaron repartiendo hasta la desaparición de la profesión, en 1974.