La noticia ha estado en el colegio Hispanidad de Elche: en una circular del centro se pedía a los alumnos que para celebrar Navidad no trajeron belenes (u otros elementos con motivos religiosos), para evitar así herir la sensibilidad de los alumnos de otras religiones.

Pero no es sólo en los colegios, sino también en las calles que cada vez más se sustituye el tradicional ‘Feliz Navidad’ por unas asépticas ‘Felices fiestas’, como si esta celebración que tiene lugar cada año entre el 25 de diciembre y el 6 de enero no tuviera nada que ver con Navidad. Al parecer, hay que reinventarse una Navidad sin la esencia de la Navidad. Es decir: escondiendo o minimizando el significado de Navidad

¿Exhibicionismo u oscurantismo?

Evitar la palabra Navidad, un nombre tan popular y tan querdo, y sustituirla por ‘fiestas’, no es sino un esnobismo. Y es que la Navidad está bien arraigada en el mundo occidental, una Navidad que es un canto a la fraternidad y a la solidaridad. ¿O no es esto lo que significó el nacimiento de Jesús en Belén? Es verdad que el consumismo ha entrado también en la Navidad y que a veces lo hemos reducido a comidas, cenas y regalos. Pero en su sentido original, la Navidad es la fiesta que renueva la esperanza de una justicia social, con el nacimiento de un mundo nuevo. Nadal es aprender a compartir, acoger y escuchar.

Navidad es celebrar la belleza de un camino compartido. Y es también la renovación de los valores cristianos, con la fuerte carga cultural que tienen estos valores. Por eso no se entiende del todo que el legado de más de siete siglos de cultura cristiana se pueda arrinconar y sustituir por un ‘solsticio de invierno’.

Por otra parte, si celebrar Navidad puede herir la sensibilidad de algunos, habría que suprimir también las fiestas de Moros y Cristianos, puesto que la victoria siempre segura de estos últimos puede molestar a los musulmanes.